por el P. Herb Schneider

¿Cuáles son las consecuencias de la Pascua? 

¿Te has preguntado alguna vez cómo sería el mundo si no hubiera Pascua, si Jesús no hubiera resucitado? Seguro que los discípulos no sólo habrían regresado de Jerusalén a Galilea profundamente decepcionados y tristes, sino que habrían vuelto a su modo de vida ordinario y poco a poco habrían olvidado a Jesús. Él no habría sido más que un recuerdo que se desvanece y sus enseñanzas un hermoso sueño enterrado con él en la tumba. El consejo del poeta Horacio habría sido correcto: «Comed, bebed y alegraos, porque mañana moriremos». Y también lo habría sido Catulo, otro poeta romano, que animaba a su amante a vivir para el amor y los besos, porque cuando la vida termina y cae la noche dura para siempre sin amanecer.

San Pablo escribió:

Y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido si en verdad los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y, si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera solo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.

1 Corintios 15:14-17,19

Pero, ¡gracias a Dios! Él ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Todo ha cambiado. Nuestros pecados han sido perdonados. Hemos sido reconciliados con Dios y en Cristo nos hemos convertido en sus hijos e hijas. En este Espíritu nos ha convocado como su pueblo. El capítulo de Pentecostés de los Hechos de los Apóstoles describe las consecuencias de la resurrección y exaltación de Jesús bajo los siguientes encabezados:

  1. El don del Espíritu y la reversión de toda la maldición de la Torre de Babel
  2. La transformación de personas asustadas en audaces proclamadores de las maravillas de Dios
  3. La creación de una comunidad eucarística de discípulos en misión.

El don del Espíritu

Todos quedaron llenos del Espíritu.

Hechos 2:4

Las palabras clave son «todos» y «llenos». Todos los presentes en el cuarto alto, sin excepción, recibieron tanto del Espíritu de Dios como fueron capaces de recibir. Nadie recibió sólo un poco o un don parcial. Hubo una transformación inmediata: hombres y mujeres asustados que se habían reunido tras ventanas cerradas y puertas con llave, abrieron de golpe puertas y ventanas y tuvieron una exuberante reunión de oración en la calle. Sus temores desaparecieron, y su alabanza y exultación fueron tales que los espectadores pensaron que estaban borrachos (Hechos 2:13,15).

Proclamaron con valentía «las maravillas que Dios había realizado» (Hechos 2:11) y todos los que se habían reunido, «judíos de todas las naciones bajo el cielo», escucharon en su propia lengua lo que Dios había realizado por medio de Jesús (Hechos 2:8-11). El libro del Génesis llega a un punto culminante en la historia de la pecaminosidad humana al contarnos que la gente, en su orgullo, intentó construir una torre en el cielo para usurpar el lugar de Dios. Dios se enfrentó a su orgullo confundiendo su lenguaje. La historia describe el resultado final del pecado: no sólo el alejamiento de Dios, sino también el alejamiento de los demás. El pecado destruye la comunicación y hace imposible la comunidad. Pero ahora, gracias a la Pascua, a la victoria de Jesús sobre el pecado, el don de su Espíritu deshace la maldición de la Torre de Babel. Se restablecen la comunicación y la comunión. En y por Jesús, la comunidad vuelve a ser posible en el Espíritu Santo. Reunir al pueblo de Dios es el objetivo del don del Espíritu.

Una comunidad del pueblo redimido de Dios

Lucas nos describe en Hechos 2:42-47 al pueblo redimido de Dios. La comunidad es el fruto de la muerte, resurrección y exaltación de Jesús a la diestra de Dios como Señor y Mesías (Hechos 2:34,36). La comunidad del pueblo redimido de Dios es, ante todo, una comunidad eucarística, una comunidad capaz de alabar y adorar a Dios (Hechos 2:46-47). Celebraron la Cena del Señor con corazones alegres (Hechos 2:42-46). Se cuidaban unos a otros de tal manera que a nadie le faltaba lo necesario (Hechos 2:44-45). Crecían en su vida de discípulos viviendo las instrucciones de los apóstoles (Hechos 2:42). Acogieron a nuevos miembros (Hechos 2:47).

Buenas noticias para nosotros

La resurrección de Jesús fue un acontecimiento único. Ocurrió el primer día de la semana hace unos dos mil años. Sin embargo, los efectos de la resurrección y la exaltación de Jesús nunca han cesado. La Pascua, en este sentido, ocurre cuando las personas aceptan a Jesús como su Señor y Salvador y son llenas de su Espíritu y llamadas a la comunidad. La Pascua sucede cuando los discípulos de Jesús en comunidad, fortalecidos por el Espíritu Santo, adoran y alaban al Padre por las maravillas que ha hecho en y a través de Jesús. Sí, la Pascua sucede cuando proclaman con audacia y sin miedo «que Dios ha hecho Señor y Mesías a Jesús» que fue crucificado (Hechos 2:36), cuando los discípulos comparten sus recursos entre sí no sólo para sostener la misión de evangelización, sino también para atender las necesidades de los demás, y cuando su audaz proclamación da fruto en el crecimiento del pueblo de Dios

Esto es exactamente lo que está ocurriendo entre nosotros. De muchas maneras diferentes vemos al exaltado Señor y Mesías, Jesús, derramar su Espíritu para suscitar comunidades de discípulos en misión en la iglesia, para vivir en sus circunstancias particulares los capítulos de Pascua y Pentecostés del libro de los Hechos. A los maravillosos hechos de Dios sólo hay una respuesta, que tiene un doble proceso: alabar y agradecer a Dios con aleluyas exuberantes y ponernos a disposición de su misión.


El P. Herb Schneider, MA, STL, STD, es profesor de Nuevo Testamento y decano de la Facultad de Teología de Loyola en Filipinas, autor de cinco libros sobre el Nuevo Testamento y el liderazgo transformacional. Tomado de El Baluarte Viviente Abril 2009. Usado con permiso.