Un testimonio del Rev. Bob Sabean 

Era diciembre de 1961. Estaba en la biblioteca del seminario cuando Dios me llamó a la vida en comunidad. Antes, a mis 12 años, ya me había llamado al servicio misionero.  Esto fue en un campamento de verano patrocinado por una comunidad evangélica de varias denominaciones.  Desde ese momento mi objetivo fue el campo misionero, y comencé a estar pendiente de las últimas ideas y estrategias sobre misión. En la década anterior se habían producido muchísimas estadísticas sobre el crecimiento futuro de las ciudades y la urbanización. El nuevo misionero viviría en una mega ciudad. Un artículo en el Boletín Ocasional, «El aporte de antiguos patrones a lo nuevo en las misiones», por Herbert Jackson (diciembre, 1961), impactaría mi vida durante los siguientes 60 años. Llamó a uno de esos patrones, «un enfoque a la misión desde el monasterio». Destacaba la historia de Columba (circa 521-597), el misionero irlandés, y la comunidad misionera de Iona.  Era un llamado a formar «comunidad intencional». Ese fue mi llamado.

Crecí en un vecindario muy diverso en las afueras de Boston. Entonces, para mis trabajos de teología, elegí intencionalmente investigaciones sobre enfoques católicos/evangélicos a los problemas, para mayor claridad.  Corrían los años de Vaticano II, y el ecumenismo era una parte muy importante del diálogo. 

Llegué con mi familia a Costa Rica en 1965, y conocí el movimiento carismático en marzo de 1966, una ocasión trascendental para mi esposa y para mí. Nuestro equipo de ministerio evangélico trabajaba con adolescentes y estudiantes universitarios, y me especialicé en organizar campamentos de vacaciones. Nuestro objetivo era proclamar un Evangelio centrado en Cristo, con menos preocupación por la afiliación eclesial. En los años 70, en dos ocasiones, invité a dos sacerdotes católicos carismáticos a compartir sus testimonios en sendos campamentos evangelísticos. Su participación y poderosos dones carismáticos fueron utilizados por el Señor para iniciar una renovación en el Espíritu Santo para todos los presentes. Programábamos bien, pero fue el Señor quien encendió el fuego de su Espíritu en estos campamentos.  Esto dio lugar a una expresión evangelística ecuménica al mundo universitario que comenzó a organizar los siguientes campamentos. De esas iniciativas del Espíritu surgió, el 19 de marzo de 1977, lo que hoy es nuestra comunidad ecuménica, Árbol de Vida, de la cual soy miembro de compromiso solemne.