– por Jean Barbara

Estaba sentado en la sala de mi hija con tres de mis nietos de seis, nueve y once años cuando empecé a escribir este homenaje. Me preguntaron de quién se trataba y, cuando se lo conté, me dijeron que nunca habían oído hablar de Steve Clark. Algún día, si uno de ellos o todos ellos llegan a unirse a la Espada del Espíritu como miembros adultos, les contarán su historia: la historia de un hombre que fue bautizado como cristiano en la universidad y que, unos años más tarde, recibió una visión y un llamado del Señor para construir una comunidad cristiana carismática de alianza y establecer una hermandad ecuménica laica de hombres célibes. Hoy hay miles de comunidades carismáticas y miles de hombres y mujeres en todo el mundo que dirían que su inspiración personal y comunitaria vino de Steve. 

Sus enseñanzas, artículos y libros se han convertido en una referencia para el mundo carismático. A uno de ellos, un curso que escribió hace más de 50 años bajo el título «Los Seminarios de Vida en el Espíritu», ha asistido más de ciento cincuenta millones de católicos, ortodoxos y protestantes procedentes de casi todos los países del mundo. En noviembre del año pasado estuve en una reunión en el Vaticano donde el Papa Francisco nos exhortó a difundir los Seminarios de la Vida en el Espíritu a toda la iglesia, no sólo dentro del movimiento carismático. El libro de Steve Hombre y Mujer en Cristo, escrito en 1980, fue aclamado por L’Osservatore Romano, el periódico oficial del Vaticano, como uno de los libros más importantes jamás escritos sobre el tema. Esto es algo de lo que mis nietos y muchos otros oirán o leerán sobre Steve.

En los últimos años, me he dirigido a un gran número de líderes comunitarios en muchos países de África y Europa, y también a redes de comunidades. Los líderes siempre han querido saber cómo construir una comunidad cristiana y recibir sabiduría y enseñanzas sobre cómo formar a sus miembros y capacitar a sus líderes. Y parece que esta tendencia de interés va en aumento. Lo que he podido compartir con ellos es el tesoro de material que Steve había desarrollado para la Espada del Espíritu, la comunidad internacional de comunidades que él fundó. Muchos de estos líderes incluso han adoptado para sus propias comunidades la descripción que hace Steve de la comunidad de alianza como «una comunidad de discípulos en misión». 

Lo que mis hijos ya han oído de mí (y espero que mis nietos pronto lo hagan) es que Steve fue un padre y un hermano para mí. Lo conozco desde hace cuarenta años, dieciocho de los cuales serví a su lado en el consejo de liderazgo de la Espada del Espíritu. Fue mi mentor, tuvo paciencia conmigo, me animó, pero sobre todo fue un amigo muy querido, siempre amable y con un buen toque de humor estadounidense. Apreciaba los momentos que pasaba con él y siempre los esperaba con impaciencia. Una vez me sorprendió cuando me habló en mi propio idioma, el árabe, una lengua que aprendió para entretener a sus muchos amigos libaneses, una lengua que se sumaba a las varias que ya hablaba. 

A lo largo de los años, algunos hombres y mujeres han tenido un gran impacto en mi vida. Steve encabeza sin duda esa lista. Con el poco tiempo que me queda, seguiré difundiendo su legado por todo el mundo para gloria de Dios y para el bien de todos los llamados a formar parte de comunidades laicas de alianza, de hermandades célibes y del movimiento carismático en general.  

En los últimos años, Steve ha vivido en una residencia, la mayor parte del tiempo sentado en su habitación. Yo le visitaba allí y también he hablado con él a través de Internet, y a menudo pensaba si la vida de un hombre que había viajado tanto por el Evangelio era ahora ociosa. Hasta que me encontré con esta historia y comentario del Obispo Kallistos Ware en su libro The Orthodox Way, y cito: «Uno de los más conocidos Padres del Desierto del Egipto del siglo cuarto, San Serapión el Sindonita, viajó una vez en peregrinación a Roma. Allí le hablaron de una célebre reclusa, una mujer que vivía siempre en una pequeña habitación, sin salir nunca. Serapión, escéptico ante su modo de vida -pues él mismo era un gran trotamundos-, la visitó y le preguntó: «¿Por qué estás sentada aquí?». A lo que ella respondió: «No estoy sentada, estoy en camino».

«No estoy sentado, estoy en camino», prosigue el obispo Kalilistos. «Todo cristiano puede decir estas palabras sobre sí mismo. Ser cristiano es estar en camino. Nuestra situación, dicen los Padres griegos, es como la del pueblo israelita en el desierto del Sinaí: vivimos en tiendas, no en casas, porque espiritualmente estamos siempre en movimiento. Estamos en camino a través del espacio interior del corazón, un camino que no se mide por las horas de nuestro reloj ni por los días del calendario, pues es un viaje fuera del tiempo hacia la eternidad».

Espero verte pronto, Steve, ¡mi hermano y mi mentor!

Jean Barbara
Presidente
La Espada del Espíritu