Un testimonio de Pete y Amy Coyle
Somos Pete y Amy Coyle, miembros de la comunidad Antioquía, en Londres. Nuestro matrimonio es ecuménico, ya que Pete es católico y Amy proviene de una iglesia no denominacional.
El ecumenismo profundiza nuestra fe al ver las diferencias en la forma en que ambos vivimos nuestra vida cristiana. Yo (Amy) he aprendido mucho sobre la reverencia en el culto y valoro la quietud y la reflexión en la misa. También he disfrutado mucho, al abrazar la liturgia como una forma de conectar con Dios, lo cual es algo realmente nuevo para mí. A mí (Pete) siempre me anima el llamado al discipulado en las prédicas de la iglesia de Amy, y me inspiran las obras de servicio que realizan en la comunidad local.
Un matrimonio ecuménico también conlleva algunos retos. En la práctica, tratar de asistir a dos servicios religiosos y a una reunión comunitaria los domingos puede ser agotador. A veces es difícil que no podamos participar plenamente en los servicios eclesiales del otro, sobre todo en el ámbito de la comunión. Pero todos los matrimonios conllevan la necesidad de hacer sacrificios y ésta es una de las formas en que damos la vida por el otro.
Creemos que el ecumenismo es un gran testimonio de nuestra fe. Compartir nuestras vidas en comunidad cristiana con hermanos de diferentes tradiciones es una poderosa demostración de cómo los cristianos pueden estar unidos y ser una verdadera fuerza para el bien en la sociedad.
Vivir en una comunidad ecuménica nos proporciona apoyo y estímulo para nuestra propia familia ecuménica. Podemos orar juntos libremente, recibir enseñanzas y compartir nuestra vida en común sin algunas de las complicaciones que a veces pueden surgir en los servicios de la iglesia. También podemos compartir nuestras vidas con otros matrimonios ecuménicos y recibir la bendición y la sabiduría que ellos tienen, esperando, a su vez, compartir con ellos de lo nuestro y animarlos . La comunidad ecuménica nos proporciona un apoyo y una fuerza que nos costaría encontrar en otros lugares.