Jesús respondió: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él.
Lucas 10-30-33
Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.
Mateo 24:12-13
Comentario
A menudo nos indignan las historias de personas que pasan al lado de alguien que ha sido víctima de un crimen, o que no tiene hogar, o que padece hambre o enfermedad. Y, sin embargo, es muy común que tomemos el mismo camino de evasión cuando se trata de relacionarnos con hermanos de otras tradiciones cristianas. No «tenemos nada en contra» de nuestros hermanos creyentes y no hablaríamos contra ellos fuera de nuestro pequeño círculo de amigos. Pero somos igualmente reacios a buscar activamente la unidad, ya sea para conocer mejor las diferentes iglesias o para servir juntos en el avance del reino.
El ir más allá de la indiferencia requiere un cambio en la forma de entender los propósitos de Dios. Tenemos que ver que la unidad no es opcional, que está entre las más altas prioridades del Señor, y que no podemos experimentar plenamente el fruto de la misión si somos indiferentes a los cristianos que no pertenecen a nuestros grupos de afinidad. Al final, puede parecer que la indiferencia es una mejora con respecto a la hostilidad, pero en realidad puede ser más peligrosa e incluso contraria a nuestro cumplimiento del llamado de llevar al mundo a Jesús y su evangelio.
Intercesión
Oh, Señor, danos la gracia de verte en los demás y de aceptar como hermanos a todos los que llevan el nombre de Cristo. Te damos gracias por hacernos uno en el Cuerpo de tu Hijo. Bendícenos con el deseo y la voluntad de vivir en paz y unidad en esta familia cristiana a la que hemos sido llamados. Amén.