Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.
Filipenses 2:1-4
Comentario
La oración de Jesús en Juan 17 de que seamos uno, no deja lugar a dudas de que el deseo de Dios para su iglesia es una unidad que refleje la de la Trinidad misma. Si este es el plan y el propósito del Padre, entonces podemos creer que lo llevará a cabo por su propio poder y gracia. Pero aquí encontramos nuestras limitaciones, ya que, en todas las cosas ordenadas por Dios, no podemos ver la plenitud de cómo realizará su obra. Debido a nuestra finitud y fragilidad, sólo podemos ascender cada escalón de la unidad mediante la humildad y la confianza.
Ser humilde es recibir el don de la propia pequeñez del Mesías. Significa someternos a la voluntad del Padre incluso cuando experimentamos el dolor y la ofensa de la desunión. La humildad es la expresión de un corazón que sabe que nuestro quebranto -el quebranto del orgullo, la rebelión, la amargura, la suspicacia y la ira- es lo que nos aleja del amor y la unidad. Nosotros -católicos, protestantes, ortodoxos- nos hemos aferrado a la creencia de que nuestras tradiciones son expresiones suficientes del reino de Dios. Hemos sido presa del triunfalismo, del enjuiciamiento y de la separación basada en una escandalosa historia de división.
Pero la gracia del Único Dios nos está llevando a una visión más alta de entregar nuestras vidas por nuestros amigos que han estado separados de nosotros durante siglos de luchas. Este llamado radical nos hace pasar del reconocimiento de que nos necesitamos mutuamente, a la confesión de que nuestros hermanos tienen lo que necesitamos para vivir la plenitud del discipulado. Sólo así, por el camino de la cruz, volveremos a oír al mundo exclamar: » Vean cuánto se aman». Las naciones tienen hambre de ver ese amor, y nosotros somos los muy favorecidos con la bendición de poder mostrarlo.
Intercesión
Oh, Dios, concédenos el ser transformados a imagen de tu hijo Jesucristo. Que por tu gracia podamos crecer en su humildad y espíritu de siervo. Ayúdanos a buscar a nuestros hermanos de diferentes tradiciones con determinación, corazones renovados y brazos abiertos, dispuestos a reconocer sus virtudes y a honrarlos y servirlos siempre. Que, con nuestro respeto y aprecio por ellos, avancemos juntos por el camino de la unidad. Amén.