De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Ahora bien, el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos.

1 Corintios 12:12-14

Comentario

Es una profunda bendición reconocer y honrar la contribución de otros cristianos y vislumbrar la medida en que nuestros hermanos nos han enriquecido. Pero si damos un paso atrás para ver el cuadro del cristianismo en su totalidad, queda claro que estamos viendo algo más parecido a un tapiz. Los tiempos y las temporadas; los movimientos y los ministerios; los hombres, las mujeres y los niños de todas las épocas y de todos los puntos cardinales mezclan variados matices y texturas, en un anuncio de la gloria que está por venir mediante la gracia de Dios.

El reconocer las bendiciones de cada uno nos lleva a confesar nuestra necesidad mutua. Nosotros, los cristianos, ciertamente hemos roto el cuerpo de Cristo; Jesús toma la ruptura bajo su cuidado y crea una necesidad íntima en cada una de nuestras relaciones. No podemos enojarnos por nuestra debilidad y dependencia. Dios no aceptará que las cosas sean de ninguna otra manera. A medida que esta era se acerque a su final, él se encargará de unirnos estrechamente en el horno. Pero sabremos, juntos, que hay uno más con nosotros en el fuego.

Intercesión

Padre celestial, tú que has sembrado en tu iglesia tesoros de valor incalculable, danos la gracia de reconocer cuánto nos necesitamos unos a otros para extender juntos tu reino en la tierra. Permite, Señor, que amando y respetando nuestras diferencias podamos servirte con mayor alegría y valor. En Jesucristo, tu santo Hijo, amén.

Testimonio