Mateo 2:11 “Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.”

Los dones de la comunión

Lectura: 

Porque yo quiero amor, no sacrificio. 

Oseas 6:1-6   

Reflexión:

En nuestro viaje a Belén, la ciudad del pan, contemplamos a los sabios que vinieron a adorar al niño Jesús. Abrieron sus cofres y ofrecieron al rey recién nacido sus dones de oro, incienso y mirra. 

Nuestras divisiones históricas y nuestra preocupación por los asuntos mundanos nos han separado. Entonces, ¿qué regalos hemos preparado para ofrecer al rey que viene a iluminar nuestras vidas y conducirnos a la gracia de la unidad? Sabemos que Dios no quiere nuestras riquezas ni holocaustos, sino que su poder actúa a través de nuestra pobreza: «No tengo ni plata ni oro». El Señor desea nuestros corazones palpitantes y amorosos: corazones llenos de amor por él y por nuestros hermanos en Cristo de quienes estamos separados; corazones que fluyan con actos de misericordia; y corazones verdaderamente arrepentidos y deseosos de cambiar. 

Preparemos, pues, para Él el don de un corazón lleno de amor. Estar de rodillas en adoración implica un corazón contrito por el pecado que nos divide y un corazón obediente a Aquel a quien servimos. Esta obediencia revive, sana y reconcilia todo lo que está roto o herido en nosotros, a nuestro alrededor y entre nosotros como cristianos. 

Cristo ya ha dado el don de la unidad a su Iglesia. En la Espada del Espíritu crecemos en comunión al compartir las gracias que nuestras diferentes tradiciones han recibido, reconociendo que la fuente de todos nuestros dones es el Señor. 

Oración:

Toda la alabanza, la gloria y la acción de gracias a ti, oh Dios. Te has revelado en la epifanía de tu Hijo tanto a los que esperaban tu venida desde hace tiempo, como a los que no te esperaban. Tú conoces el sufrimiento que nos rodea, el dolor causado por nuestras divisiones. Ves la lucha del mundo y el deterioro de la situación actual en el Medio Oriente, lugar que elegiste para nacer y que fue santificado por tu presencia. Concede a todos los miembros de nuestras comunidades la voluntad y los medios para trabajar por la transformación de este mundo y para ofrecernos mutuamente dones que alimenten nuestra comunión. Concédenos tus dones y bendiciones infinitas. Recibe nuestra oración en nombre de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo. Amén.

Testimonio Cristiano: Plenamente comprometido

El P. Georges Abdallah es miembro de la comunidad Pueblo de Dios y es sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Siria de Antioquía.

Es un hecho que la primera sede apostólica del Cristianismo fue establecida en Antioquía y fue fundada por San Pedro. Ocupó un lugar primordial entre las Iglesias orientales y occidentales y de ahí surgió el nombre de «Iglesia Universal». Hasta el año 518 d.C., tuvo un solo patriarcado reconocido al frente de la misma y, posteriormente, se ramificaron nuevos patriarcados.

Los sirios antes de Cristo se llamaban arameos, en referencia a Aram, el quinto hijo de Sem, hijo de Noé, antepasado de todos los pueblos semíticos. Después de Cristo, la palabra «siríaco» se utilizó para referirse a los arameos que habían aceptado la fe cristiana y, a partir de entonces, la palabra «siríaco» significó «cristiano».

Los que se han integrado a la Iglesia Siria se extienden hoy por la India, los países árabes (Líbano, Siria, Jordania, Egipto, Irak, el Golfo), Turquía, Europa, Norte América, Sud América y Australia. En la actualidad, la Iglesia siríaca está dirigida por Su Santidad Mor Ignatius Aphrem II, que es el centésimo vigésimo segundo patriarca entre los patriarcas reconocidos. Su sede está en Damasco, la capital de Siria. En la India, el Mafrian (Católico), es la máxima autoridad local de la Iglesia siria en la India y está sujeto a la autoridad de Su Santidad el Patriarca de Antioquía.

Es una de las cuatro iglesias hermanas en unidad y en fe que incluye también a las Iglesias Copta, Armenia y Abisinia (Etiopía y Eritrea). Estas iglesias, junto con la Iglesia Ortodoxa Siria, rechazaron el Concilio de Calcedonia y siguieron adhiriéndose a las enseñanzas de los tres concilios: el de Nicea (325 d.C.), el de Constantinopla (381 d.C.) y el de Éfeso (431 d.C.).

En lo que respecta a sus relaciones con otras iglesias, hoy en día prevalece entre ellas un amor fuerte y sólido, el respeto mutuo, la comprensión y el acercamiento. La relación de la Iglesia Siria y la Iglesia Ortodoxa Griega de Damasco y de los países árabes con las Iglesias Ortodoxas Calcedonianas es sólida y estrecha, y predomina el amor y la comprensión. Una buena relación con las iglesias protestantes surgió cuando la Iglesia Siria se unió al Consejo Mundial de Iglesias en 1960. La Iglesia Ortodoxa Siria también mantiene una estrecha relación con el Consejo de Iglesias del Medio Oriente y es una de las iglesias fundadoras de este Consejo.

En cuanto a la relación con las Iglesias Católicas, en el siglo XX –tras la ruptura de muchos siglos que comenzó en el 451 d.C. entre la sede siria antioquena y la sede latina romana– se produjeron varios encuentros, empezando por el Papa Pablo VI en 1971 y después con el Papa Juan Pablo II en dos encuentros. Como resultado del último, en 1984, se emitió una declaración conjunta del Patriarca sirio Ignacio Zakka I y el Papa Juan Pablo II, en la que se reconocía la unidad de la fe Nicena y que los cismas ocurridos a lo largo de los tiempos no afectan, ni trastocan la esencia de la fe. Reconoce que el origen de estas diferencias no fue una discordancia sino un malentendido debido a la incongruencia en las expresiones idiomáticas, y que, por lo tanto, no hay base real para esas divisiones dolorosas que han surgido sobre la doctrina de la Encarnación entre las dos sedes. Se acordó, en consecuencia, que los miembros de las dos iglesias pudieran practicar los sacramentos eclesiales en ambas iglesias en la diáspora, donde no hay disponibilidad para que los creyentes los practiquen en sus propias iglesias, debido a las largas distancias o a la ausencia de la iglesia madre. 

En cuanto a mi experiencia personal, desde hace cuarenta años soy un miembro de compromiso pleno con la comunidad Pueblo de Dios en el Líbano. La vida de la comunidad de Líbano tuvo un gran impacto en mí, ya que me convirtió en una persona abierta a los hermanos de otras iglesias, en lugar de estar encerrado en mí mismo y ser reticente a hacer una alianza con mis hermanos de la comunidad, en la que experimenté la vida ecuménica en profundidad a través de nuestro amor y servicio mutuo como un solo cuerpo y viviendo como una comunidad de discípulos en misión.

La comunidad Pueblo de Dios también tuvo una profunda y buena influencia en el discernimiento de mi vocación sacerdotal a través del apoyo que recibí y el cuidado fraternal con el que me rodearon los hermanos. Hoy, soy 100% un sacerdote del Señor en la Iglesia Ortodoxa Siria y un miembro plenamente comprometido en la comunidad Pueblo de Dios, para vivir y servir plenamente el llamado como un grupo de discípulos en misión al 100%, sin causar ninguna división o alteración en mi relación con mi iglesia ni con la comunidad. Doy gracias al Señor por haberme rodeado con una “corona de personas justas” y por invitarme a ser miembro de esta comunidad en la que puedo vivir el verdadero ecumenismo con libertad y con un amor puro y sin mancha en el que respetamos la herencia de nuestras iglesias, enriquecemos nuestras tradiciones y aprendemos de ellas hasta alcanzar la unidad completa por la que oró Jesús, “para que sean uno”.


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