– por Jeanne Kun

«La Cruz simboliza la vida del apóstol de Cristo, con un vigor y una verdad que encantan al alma y al cuerpo, aunque a veces cueste y se note el peso». (Josemaría Escrivá, Forja)

«Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme.» (Mateo 16:24). Es muy probable que los seguidores de Jesús hubieran visto a los criminales y los insurgentes contra el dominio Romano colgando en cruces al lado de los caminos de Palestina y sabían de los horrores y la vergüenza de esa forma de ejecución terriblemente dolorosa utilizada por los Romanos. Entonces, el llamado de Jesús a “tomar su cruz” los debió haber escandalizado y paralizado. Quizás se preguntaban si, ante tal costo, querían seguirlo después de todo.

El «tomar la cruz» significa dar la propia vida sin reservas a Jesús y “seguir sus pasos”, aún hasta la muerte por su causa, de ser necesario.

La declaración de Jesús sobre las condiciones del discipulado vienen después de que él haya anunciado su muerte y resurrección. Pedro reaccionó fuertemente; lo hizo a un lado “ y comenzó a reprenderlo:¡De ninguna manera, Señor!” (Mateo 16:22). Pero Jesús reprendió a Pedro llamándolo “piedra de tropiezo” pues Pedro estaba “pensando en las cosas de los hombres y no en las de Dios” (16:23).Las condiciones del discipulado también nos requieren fijar nuestra mente en las cosas divinas. Como lo explicó el arzobispo y misionero español del siglo diecinueve San Antonio María Claret:

El cristiano que desea seguir a Jesús con su cruz debe tener en cuenta que el nombre “cristiano” significa “aprendiz o imitador de Cristo” y que si desea llevar dignamente ese noble título, debe hacer sobre todo lo que Cristo nos encomienda en el Evangelio: debemos oponernos o negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo.

«Negar» – aparneomai en el griego del Nuevo Testamento – es un término judicial que significa “rechazar o renunciar a la conexión con algo o con alguien. Entonces, negarse a sí mismo es renunciar al propio interés, rechazar la gratificación de las propias necesidades y deseos; abandonar la propia voluntad para hacer la voluntad de Dios, imitando a Jesús quien se entregó a sí mismo con toda confianza para el plan de salvación del Padre para nosotros. El evangelista Lucas incluye un detalle que no aparece en el recuento de Mateo ni de Marcos de las palabras de Jesús: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.» (Lucas 9:23, énfasis agregado). El seguimiento de Jesús es un aspecto de la vida cotidiana, una vida de perseverancia y de fidelidad. Ser un discípulo fiel de Jesús implica tomar decisiones cada día para vivir del modo de Jesús y no del nuestro. Esto quiere decir que tomaremos muchas decisiones y resoluciones, incluso pequeñas, para servir a nuestros hermanos en necesidad, aun cuando eso implique renunciar a nuestras propias necesidades y preferencias. Para “tomar la cruz” tendremos que morir a nosotros mismos frecuentemente, en las cosas aparentemente rutinarias y cotidianas.

En los tiempos de Jesús, los Romanos obligaban a aquellos que iban a ser crucificados a cargar con la viga transversal de madera, usualmente detrás del cuello, como un yugo, hasta el lugar de la ejecución donde una viga vertical (llamada cruz simplex o palus en latín) estaba previamente implantada en el suelo. O cargar en los hombros una cruz con forma de t formada por la viga vertical y la transversal. Los soldados romanos tenían derecho de forzar a la gente a hacer servicio público voluntario, así que “obligaron” a Simón de Cirene (la actual Libia) a liberar a Jesús de su carga, probablemente porque estaban tan debilitado por el cansancio y la pérdida de sangre en la flagelación (Mateo 27:31-32; Marcos 15:20-21; y Lucas 23:26). Vale la pena destacar que encontramos la misma palabra – en griego angareuo– en el Sermón del Monte: «Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos.» (Mateo 5:41). Es cuando nosotros «llevamos las cargas de los demás» que «cumplimos la ley de Cristo» (Gálatas 6:2).

Obligado así, Simón de Cirene literalmente tomó la cruz por la causa de Cristo y entonces, por los últimos 2 milenios ha sido considerado por los Cristianos como un modelo de discípulo. Si inesperado encuentro con Jesús debió haber tenido un gran impacto en él, pues la mención del evangelista Marcos de los dos hijos de Simón Alexander y Rufo (ver 15:21) podría sugerir que ellos eran conocidos para la iglesia cristiana incipiente. ¿A través de su servicio a Jesús, Simón se hizo creyente y un verdadero y constante discípulo suyo?

Nosotros, llamados a ser discípulos de Cristo, debemos seguir el camino de nuestro maestro. Nuestro curso de acción tiene tres partes: negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús; y nos pone decisivamente en el camino hacia la vida eterna. Jesús nos promete que “el que pierda su vida por [su] causa, la encontrará” (Mateo 16:25). Si nos mantenemos firmes, la recompensa eterna será nuestra, pues cuando él venga “en la gloria de su Padre con sus ángeles… recompensará a cada persona según lo que haya hecho. (16:27).

No hay amor más grande que este
En la noche antes de su muerte, Jesús le dijo a sus apóstoles: «
Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (Juan 15:13). En la cruz les dio el ejemplo del amor extremo, muriendo por ellos y por toda la humanidad. Desde los primeros días de la Iglesia y hasta el presente, innumerables seguidores de Jesús han asumido estas palabras y ejemplo en sus corazones, negándose a si mismos y entregando sus vidas generosamente por los demás.

En Auschwitz, el notablemente inhumano campo de concentración Nazi, el sacerdote Franciscano Fr. Maximiliano Kolbe se ofreció a tomar el lugar de Francis Gajowniczek, un soldado polaco que había sido elegido para ser la víctima de una ejecución en represalia por el escape de un prisionero.  El Fr. Kolbe le dijo al comandante Nazi: «Yo soy un sacerdote católico de Polonia; quisiera tomar su lugar pues él tiene esposa e hijos”. El comandante regresó a Gajowniczek al campamento y confinó a Kolbe junto con otros nueve prisioneros escogidos en un bunker para dejarlos morir de hambre. Tras catorce días privados de agua y alimento, Kolbe y tres otros que seguían vivos recibieron inyecciones letales de parte del ejecutor del campamento el día 14 de agosto de 1941. El papa Juan Pablo II llamó a Maximiliano Kolbe un “mártir del amor” y lo declaró santo en 1982.

Otro acto profundo de amor sacrificial tuvo lugar el 30 de abril de 1997 cuando la nación africana de Burundi estaba divididia por guerras étnicas. Los rebeldes Hutus invadieron el pequeño seminario católico en Buta. Armados con cuchillos, machetes, palos y ametralladoras, los rebeldes le dijeron a los jóvenes seminaristas que se dividieran en los 2 grupos étnicos: Hutus y Tutsis. Aunque los estudiantes Hutus se hubieran salvado al separarse de los Tutsis, se negaron a abandonar a sus compañeros. Finalmente, los rebeldes masacraron a los cuarenta y un compañeros juntos, Hutus y Tutsis, los “mártires de la hermandad”.

«Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.» (Juan 15:13).

El camino real a la santa cruz
¿Por qué te da miedo tomar la cruz si a través de ella puedes obtener un reino? En la cruz hay salvación, en la cruz hay vida, en la cruz hay protección de los enemigos, en la cruz hay infusión de dulzura celestial, en la cruz hay fortaleza de mente, en la cruz hay gozo del espíritu, en la cruz hay la más alta virtud, en la cruz hay santidad perfecta. No hay salvación del alma ni esperanza de la vida eterna sino en la cruz.

«Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con Él, vivirás con El. Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.«(Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo).

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Tomado de “The Life-Giving Power of the Cross: Sharing in Christ’s Victory”, por Jeanne Kun (The Word Among Us Press, © 2011). Este libro puede ser comprado en línea. Jeanne Kun es la Presidente de la Asocación Betania y una Responsable Mayor de la Comunidad Palabra de Vida en Ann Arbor MI, EEUU. Tomado de El Baluarte Viviente Edición de Cuaresma 2013Usado con permiso.