Una reflexión sobre la parábola de Jesús en Lucas 15:11-32

– por Don Schwager

¿Cómo puedes amar a alguien cercano a ti cuando te dan la espalda y, aun así, perdonarlo de corazón? Los profetas nos recuerdan que Dios no nos abandona, aun cuando le damos la espada (Miqueas 7:18). Él nos llama de vuelta a sí mismo, una y otra vez.

La historia de Jesús sobre el padre y sus dos hijos (a menudo llamada la parábola del hijo pródigo) es la parábola más larga y conmovedora de los evangelios. ¿Cuál es el punto principal o el enfoque de la historia? ¿Es acaso el contraste entre el hijo obediente y el desobediente, o acaso la cálida recepción del padre para el hijo obstinado y la fría recepción del hijo mayor?

Jesús contrasta el abundante amor misericordioso del padre con la reacción áspera del hijo mayor. Mientras el hijo errante derrochaba todo el dinero de su padre, el padre mantenía su amor inquebrantable por él. El hijo, mientras estaba lejos, aprendió mucho sobre sí mismo. Se dio cuenta que el padre le había dado mucho amor que él no había correspondido. Todavía tenía que aprender sobre el profundo amor que el padre le tenía.  Profundamente humillado, al verse obligado a comer de las algarrobas destinadas para los cerdos, reflexionó sobre todo lo que había perdido y esto lo llevó al arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre. Aunque esperaba reconciliarse con su padre, nunca se hubiera imaginado que la relación quedara completamente restaurada.

El padre no necesitó decir palabras de perdón para su hijo; ¡sus acciones hablaron más fuerte y más claro!  La hermosa túnica, el anillo y el banquete festivo simbolizan el don de la nueva vida – pura, digna y gozosa – que Dios da a quienes vuelven a él.

El pródigo no podía regresar al jardín de la inocencia, pero fue recibido y readmitido como hijo. El dramático cambio del hijo errante, pasando del dolor y la culpa al perdón y la restauración, expresa en imágenes la resurrección de los muertos, un renacer espiritual de la muerte a una vida nueva.

La parábola también contrasta la misericordia con su antónimo: la inclemencia. El padre, que había sido perjudicado, fue indulgente. Pero el hijo mayor, que no había sido perjudicado, no. Su inclemencia se tornó en desprecio y soberbia. Y su resentimiento lo llevó a aislarse y distanciarse de la comunidad de los pecadores perdonados.

En esta parábola, Jesús nos da una viva imagen de Dios y de cómo es Dios. Dios es ciertamente más cálido que nosotros. El no pierde la esperanza ni se rinde cuando nos alejamos. Él se alegra al recibir a los perdidos y darles la bienvenida en su casa. ¿Conoces el gozo del arrepentimiento y la restauración de tu relación como hijo o hija de tu padre celestial?

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Don Schwager es un miembro de los Siervos de la Palabra y el autor de La Palabra Diaria (Lecturas y Meditaciones). Tomado de El Baluarte Viviente Agosto 2009. Usado con permiso.