– por Bruce Yocum
Tenemos que ver la Ascensión y la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés juntas, porque son dos facetas de la misma realidad asombrosa: Dios haciéndonos uno con él. Jesús nos lo dice claramente en el Evangelio de Juan.
Ahora vuelvo al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?” Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho. Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes.
Juan. 16:5-7
¿Cómo podría ser ventajoso para ellos que Cristo los dejara? Cristo Jesús, que les reveló al Padre, que les trajo la palabra de Dios, que alimentó a las multitudes con pan celestial, que hizo ver a los ciegos y caminar a los cojos, que incluso triunfó sobre la propia muerte, ¿cómo podría ser una ventaja el que les dejara?
Ascension
No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
Juan 14:1-3
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que iba a «preparar un lugar» para ellos en la casa de su Padre? ¿Iba a hacer las camas? ¿Ordenar la habitación? En esta breve lectura Cirilo de Alejandría (n. 376 – m. 444, Arzobispo de Alejandría 412 – 444) explica lo que Jesús estaba haciendo por ellos.
Si no hubiera muchas mansiones en la casa de Dios Padre, habría dicho que iba delante de ellos para preparar de antemano las casas de los santos. Pero como ya sabía que había muchas casas ya totalmente preparadas y que esperaban la llegada de los que aman a Dios, dice que se va, pero no con este fin. Más bien, se va para asegurar el camino a las mansiones de arriba, para preparar un pasaje seguro para vosotros y para allanar los caminos que antes eran intransitables. En efecto, en tiempos pasados, el cielo era totalmente inaccesible a los mortales, y ninguna carne había recorrido jamás ese reino puro y totalmente santo de los ángeles.
Pero Cristo fue el primero que consagró para nosotros los medios de acceso a sí mismo y concedió a la carne una vía de entrada al cielo. Lo hizo presentándose como ofrenda a Dios Padre, «primicias de los que duermen» y yacen en el sepulcro, y presentándose como el primer ser humano que ha aparecido en el cielo. . Porque Cristo no ascendió a lo alto para presentarse ante la presencia de Dios Padre. Más bien, el que desde antiguo era el Verbo sin parte ni suerte en la naturaleza humana, ha ascendido ahora en forma humana. Y esto lo ha hecho por nosotros y para nosotros, a fin de que, aunque «se encuentre en forma de hombre, pueda, en su poder absoluto de Hijo -aún en forma humana-, obedecer el mandato: «Siéntate a mi derecha», y transferir así la gloria de la adopción por medio de él a todo el género humano. Porque, al aparecer en forma humana, sigue siendo uno de nosotros al sentarse a la derecha de Dios Padre, aunque esté muy por encima de toda la creación. También es consustancial a su Padre, porque ha salido de él como verdadero Dios de Dios y Luz de Luz. Por tanto, se ha presentado como hombre al Padre en nuestro nombre, para que nos devuelva, por así decirlo, a contemplar el rostro del Padre, a nosotros, que fuimos alejados de la presencia del Padre por la antigua transgresión. . .[1]
El significado de la Ascensión es que la naturaleza humana, en cuerpo y alma, entró en la presencia de Dios en la Jerusalén Celestial. Como dice Cirilo, el Verbo Eterno siempre había estado allí, y nunca se había ido. Pero ahora, el Verbo Encarnado entró en el cielo.
La humanidad fue ahora exaltada a la presencia de Dios.
Esa es la mitad de la historia.
Pentecostés
Con la Ascensión, la humanidad fue exaltada, en Jesús, a la derecha del Padre. Pero, ¿qué pasa con nosotros, que quedamos aquí abajo?
Cristo dijo a los discípulos
Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él.
Juan 14:12, 16-19, 23
El significado de Pentecostés no son los dones espirituales en sí, por muy valiosos que sean, sino la razón por la que aparecen esos dones.
Exaltado por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen.
Hechos 2:33
Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero, si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y, si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.
Romanos 8:9-11
Que abunden en ustedes la gracia y la paz por medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor. Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina.
2 Pedro 1:2-4
El Verbo se hizo carne para hacernos «partícipes de la naturaleza divina».
Ireneo: «Por eso el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo así la filiación divina, llegara a ser hijo de Dios.»[2]
Atanasio: «Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros nos convirtamos en Dios»3]
Aquino: «El Hijo unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que él, hecho hombre, hiciera dioses a los hombres»[4]
Lutero: A lo largo de su carrera, Martín Lutero habló de la deificación como un aspecto de la redención de la humanidad por parte de Dios, y afirmó la fórmula atanasiana de que Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios[5]
Este triple movimiento -el Verbo haciéndose hombre, la humanidad en Cristo ascendiendo al Padre, y el Espíritu Santo siendo derramado en nosotros para que compartamos la naturaleza misma de Dios- puede ilustrarse en este sencillo diagrama.
Se trata de una realidad extraordinaria. La afirmación de Atanasio es muy audaz: «el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros nos hiciéramos Dios». Hay que matizarlo diciendo que sólo Dios tiene la naturaleza divina como propia, y nosotros, que no somos por naturaleza Dios, somos hechos partícipes de la naturaleza de Dios. Pero Atanasio lo dijo con tanta audacia para recalcar lo extraordinario e inimaginable que Dios ha hecho por nosotros: descender como Dios para hacerse hombre y ascender como hombre para que podamos vivir eternamente unidos a Dios compartiendo la misma naturaleza de Dios.
- LF 48:26-38 (LF= A Library of the Fathers of the Holy Catholic Church Anterior to the East and West, Oxford, John Henry Parker, 1800-1881)
- Adv. Haeres, 3:19: PG 7/1 939
- De inc. 54:3: PG 25, 192B
- Opusc. 57, 1-4
- Lehninger, Paul David, “Luther and theosis: Deification in the theology of Martin Luther” (1999). Dissertations (1962 – 2010) Access via Proquest Digital Dissertations. AAI9929163. https://epublications.marquette.edu/dissertations/AAI9929163
Crédito de la imagen superior: La Ascensión (versión recortada), pintura de John Singleton Copley (1738-1815), Museo de Bellas Artes, Boston, EE.UU. Imagen de dominio público.
Tomado de El Baluarte Viviente Mayo 2021. Usado con permiso.
Bruce Yocum (1948 – 2022) estuvo involucrado en el liderazgo y enseñanza por muchos años en la Renovación Carismática Católica y en el movimiento de Comunidades de Alianza que inició a fines de la década de 1960 e inicios de la década de 1970, y en la Espada del Espíritu. Viajó extensamente a muchas comunidades de la Espada del Espíritu para equipar y entrenar líderes comunitarios en Norteamérica, Europa y el Medio Oriente, Latinoamérica y el Pacífico Sur. Bruce Yocum fue un miembro de por vida de Los Siervos de la Palabra, una hermandad ecuménica e internacional de hombres que viven solteros para el Señor. Sirvió como Anciano Presidente de los Siervos de la Palabra por trece años (1989-2003).