– comentario y meditación por Don Schwager

Lectura bíblica:

19 Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. 21 —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. 22 Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados. 24 Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. 25 Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. 26 Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! 27 Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. 28 —¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás. 29 —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen. 30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. 31 Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.

Juan 20: 19-31

Meditación: 

¿Conoces el gozo de la resurrección?

Jesús resucitado le reveló la gloria de su resurrección a sus discípulos gradualmente durante un tiempo. Aún después de que los discípulos vieron la tumba vacía y escucharon reportes de la aparición de Jesús a las mujeres, todavía tenían una fe débil y tenían miedo de ser arrestados por las autoridades judías.

Cuando Jesús se les apareció, les dio pruebas de su resurrección al enseñarles las heridas de su pasión, en sus manos y en su costado. El calmó sus temores y les trajo la paz, esa paz que reconcilia a los pecadores y lo hace a uno amigo de Dios.

Jesús hizo algo que solo el amor y la confianza pueden hacer. El le encargó a los apóstoles, tímidos y débiles, que llevaran el evangelio a los confines de la tierra. Este envío de los discípulos es paralelo al envío del Padre a Jesús. Jesús cumplió su misión por su perfecto amor y obediencia perfecta a la voluntad de su Padre.

Él llamó a sus discípulos y nos llama también a nosotros a hacer lo mismo. Así como él le dio a sus discípulos el don del Espíritu Santo, también así sopla sobre nosotros el mismo Espíritu Santo que nos da el poder, la gracia y la fortaleza.

El último apóstol que vio al Señor resucitado fue el primero que lo acompañó a Jerusalén en el tiempo de la Pascua. El apóstol Tomás era un pesimista por naturaleza. Cuando Jesús propuso que visitaran a Lázaro, tras escuchar la noticia de su enfermedad, Tomás le dijo a los discípulos: “vayamos también nosotros, para morir con él” (Juan 11:16). Aunque Tomás amaba al Señor profundamente, le faltaba la valentía para mantenerse junto a Jesús en su pasión y crucifixión. Tras la muerte de Jesús, Tomás cometió el error de apartarse de los demás apóstoles. Él buscó la soledad en lugar de la hermandad en ese tiempo adverso. Dudó de las mujeres que vieron a Jesús resucitado y luego dudó de los demás apóstoles.

Cuando Tomás por fin tiene el coraje de reunirse con los apóstoles, el Señor Jesús se le hace presente y le reasegura que realmente ha vencido a la muerte y ha resucitado. ¡Cuando Tomás reconoció a su maestro, el creyó y exclamó que Jesús era verdaderamente Señor y verdaderamente Dios!

Por medio del don de la fe, también nosotros proclamamos que Jesús es el Señor y el Dios de nuestras vidas. El murió y resucitó para que nosotros también tengamos nueva vida en él. El Señor nos ofrece a cada uno de nosotros nueva vida en el Espíritu Santo para que lo conozcamos personalmente y caminemos en este nuevo modo de vida mediante el poder de su resurrección.

¿Crees en la palabra de Dios y en el poder del Espíritu Santo?

«Señor Jesucristo, por tu victoria sobre el pecado y la muerte has vencido todos los poderes de las tinieblas. Ayúdame a acercarme a ti y a confiar en tu palabra que da vida. Lléname de tu Espíritu Santo y fortalece mi fe en tus promesas y mi esperanza en el poder de tu resurrección.»


Don Schwager es un miembro de los Siervos de la Palabra y el autor de La Palabra Diaria (Lecturas y Meditaciones). Tomado de La Palabra Diaria Lecturas y Meditaciones. Usado con permiso.