Cuando El Pueblo de Dios apenas comenzaba en el Líbano, sus miembros no sabían que estaban a punto de entrar en una guerra civil que diezmaría su país y amenazaría sus vidas. El ánimo que recibieron de otras comunidades cristianas hizo posible que los miembros de esta comunidad permanecieran en el Líbano y sobrevivieran una guerra que duró 15 años y fueran un apoyo para mantener la esperanza y una visión para el futuro. Actualmente, la comunidad juega un papel importante en revitalizar las iglesias Católica y Ortodoxa.
Los inicios
El origen de la Comunidad El Pueblo de Dios nos remonta a agosto de 1969 cuando un joven profesor universitario libanés tuvo un encuentro con el movimiento de la renovación carismática católica en Ann Arbor, Michigan, EEUU. Como resultado de su experiencia se inició, en setiembre de ese año, al regresar a su casa, un grupo de oración con personal y estudiantes universitarios en Beirut.
En 1974, la parroquia local, manejada por padres Capuchinos, invitó a un sacerdote francés a predicar durante la Cuaresma. El había experimentado la renovación carismática católica recientemente y su predicación llevó a nuestra expansión en la vida parroquial en el Líbano.
Luego vinieron los Seminarios de Vida en el Espíritu y para el verano de 1975 el movimiento de la renovación carismática florecía en el área de Beirut con muchas personas participando de las asambleas de oración que organizábamos.
Los tiempos de guerra en el Líbano
La guerra en el Líbano explotó en abril de 1975. El Señor nos había preparado inicialmente para esta gran turbulencia y para los años tan retadores que vendrían. Sin embargo la preparación final se dio cuando un grupo de nosotros se sintió llamado por el Señor para salir del Líbano por un tiempo, iniciando en octubre de 1975. Dieciocho de nosotros fuimos a Ann Arbor, Michigan, EEUU para un período crucial para crear vínculos entre nosotros y también con la Comunidad Palabra de Dios que estaba ahí. Para abril de 1976 habíamos asumido un compromiso firme con el llamado de Dios a unirnos en una comunidad tomando un nombre, El Pueblo de Dios. Nuestro compromiso se formalizó con una alianza comunitaria.
En la primavera de 1976 respondimos al llamado del Señor a regresar al Líbano en el que fue quizás el período más difícil de la guerra en nuestra tierra. Por cinco meses nos mantuvimos juntos viviendo en un grupo de apartamentos en Beirut. El proceso de crecer juntos como un pueblo que llevamos cuando estábamos en Ann Arbor avanzó hacia una mayor madurez y profundizamos nuestras relaciones al mismo tiempo en que ministrábamos esperanza en la reducida área que podíamos alcanzar debido a la guerra.
El mes de setiembre de 1976 fue testigo del siguiente paso del cuidadoso plan de Dios para equiparnos para los años que vendrían. Sentimos el llamado a salir del área cerrada en las cercanías de la universidad hacia el área más amplia que se había convertido en el núcleo “cristiano” en el Líbano.
Volvimos a hacer Asambleas abiertas y Seminarios de Vida en el Espíritu en la parroquia de aquellos sacerdotes capuchinos que nos habían recibido en 1974. Debido al cambio en las áreas de influencia política, para 1976 la parroquia estaba en el borde del área cristiana. El número de personas que venían a nuestras reuniones creció rápidamente y al cabo de un año nos sentimos llamados a adentrarnos más profundo en el núcleo. Esto nos demostró nuevamente el pastoreo cuidadoso de Dios pues poco tiempo después de que nos cambiamos, el área del borde se convirtió en campo de batalla constante. Esta nueva ubicación ha sido el centro de nuestras actividades desde entonces. Un obispo maronita estuvo de acuerdo en que ocupáramos una casa vacía que el tenía, hace poco se la compramos y ahora hemos construido, con la gracia de Dios, un centro comunitario para el movimiento de la renovación carismática en ese mismo sitio.
Un pueblo ecuménico El Pueblo de Dios es una comunidad ecuménica y multicultural de unos 800 miembros adultos y sus hijos. Los miembros pertenecen a las iglesias Católica, Ortodoxa y Protestante en el Líbano, entre ellas la Ortodoxa Griega, la Ortodoxa Siria, la Ortodoxa Armenia, la Maronita (Católica), la Católica Griega, la Católica Caldea y la Católica Copta.
Los dos períodos principales del desarrollo de la comunidad
Podemos reconocer dos períodos principales en la fiel y constante providencia de Dios para nosotros.
1. Cimientos estables 1976-1989
El período entre 1976 y 1989 fue un tiempo de establecer al Pueblo de Dios como una comunidad estable y creciente al mismo tiempo que se desarrollaban relaciones con las autoridades eclesiales locales y también un tiempo de expansión mediante las asambleas de oración (que llegaron a tener hasta 1200 participantes en un punto de la guerra) y los Seminarios de Vida en el Espíritu (que llegaron a atraer a 600 para un SVE anual).
En este período también construimos estructuras sólidas para servir al creciente número de personas que querían participar en el movimiento de la renovación carismática. En 1986 desarrollamos un “Movimiento de renovación en el Espíritu Santo” (con el importante apoyo de la comunidad “Ligaya ng Paginoon” de Manila, Filipinas) para servir al número de tan grande de personas que no podían incorporarse a la Comunidad El Pueblo de Dios. Toda esta actividad y expansión se dio en medio de circunstancias de guerra constantes y severas. Ser una comunidad cristiana y no solo un movimiento espiritual o de oración fue indispensable para todo esto.
2. Estructuras vigorizantes 1989 al presente
La segunda etapa crucial, y vital para nuestra supervivencia a largo plazo como una comunidad transgeneracional, trajo más desarrollo para implementar las estructuras necesarias que asegurarían nuestra habilidad de superar nuestro crecimiento inicial. Nos enfocamos en tener estructuras claras y en promover relaciones personales fuertes para apoyar la constante expansión, tanto a nivel local como comunidad de alianza como a nivel externo en los movimientos misioneros.
Hemos mantenido el contacto con los líderes de las diversas iglesias a las que pertenecían y pertenecen los miembros de nuestra comunidad y este ha dado buen fruto (nuestra labor ha sido sólidamente ecuménica desde el inicio, alcanzando a 8 o más iglesias en el Líbano). Se nos han acercado obispos y grupos que quieren ayuda para construir comunidades en los países árabes vecinos como Siria, Kuwait, Catar, Los Emiratos Árabes Unidos, así como otros países como Tierra Santa, Turquía y Armenia, además de otras partes del Líbano. Nuestros líderes principales han sido solicitados para servir en puestos internacionales para la edificación de la Espada del Espíritu a nivel internacional.
Los ministerios y misiones de nuestra comunidad incluyen un movimiento de renovación de familias llamado “Living Hope” (Esperanza Viva), tres movimientos evangelísticos para estudiantes universitarios (UCO), un programa evangelístico de adolescentes (Y-Out), una misión de solteros profesionales jóvenes (YPO), una asociación de “Scouts”, asambleas abiertas de oración en diferentes regiones del país, así como otros ministerios. Al unir todos estos esfuerzos hay más de 3000 personas involucradas.
La situación actual
“Es para estos tiempos que los he llamado”. A lo largo de nuestra vida como comunidad hemos escuchado esta palabra, pero recientemente la hemos escuchado con una mayor urgencia. Así, sucede cada vez que hay amenazas de guerra, no nos sorprendemos. En cambio le pedimos al Señor que continúe pastoreándonos y protegiéndonos del pecado, la infidelidad y la división y que podamos ser un instrumento en sus manos que el utilice para estos tiempos.
La situación actual ha sido particularmente maliciosa, una guerra espiritual se propaga bajo el conflicto externo. Hay una presión especial de emigrar que afecta a todos nuestros jóvenes, esta es quizás la faceta más amenazadora de la batalla actual. Combatir con esto es el enemigo siempre presente del odio y el conflicto civil.
Los invitamos a unirse a nosotros en esta oración de que podamos asumir nuestro rol en recordar que nuestro enemigo no es “la carne y la sangre) (Efesios 6:12) y podamos cultivar y mantener un profundo amor por nuestros conciudadanos no cristianos y ser testimonio para ellos. De otro seríamos como la sal que pierde “su sabor” (Marcos 9:50) y nuestro llamado claro a ser un “mensaje” como nación. El Papa Juan Pablo II, después de visitar el Líbano, dijo: “Líbano es más que una nación, es un mensaje para el mundo”. Este mensaje conlleva que Cristianos y Musulmanes conviven juntos como hijos de Abraham. Yo creo que esto es posible sólo si los cristianos hacemos vida nuestro verdadero testimonio y evitamos el resentimiento, el odio y los prejuicios.
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Tomado y traducido de Living Bulwark, Junio/Julio 2016, usado con permiso.