“Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.” (Evangelio de Lucas, Capítulo 4, versículos 1-2).

– por Don Schwager

Un lugar de prueba, encuentro y renovación
¿Qué motivó a Jesús a pasar 40 días y 40 noches de solitud, oración y ayuno en el desierto de Judea? El paisaje desértico era mayormente inhabitable y estaba lleno de peligros para cualquiera que se atreviera a aventurarse en el por un tiempo. El peligro del calor sofocante del día y el frío extremo de la noche, o el peligro de los animales silvestres y los escorpiones, además de la escasez de comida y agua.

Para Israel, el pueblo escogido de Dios, y muchos de sus líderes, el desierto era un lugar de prueba, encuentro y renovación. Cuando los Israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto,  erraron por el desierto 40 años. Este se consideró como un tiempo de purificación y preparación para entrar en la tierra prometida. Moisés subió al monte del Señor en el desierto del Sinaí y permaneció ahí 40 días y 40 noches en oración y ayuno (Éxodo 24:18). Elías, después de ser alimentado con el pan del cielo, atravesó el desierto durante 40 días hasta el monte de Dios (1 Reyes 19:8). Jesús estuvo sin nada qué comer en el desierto durante 40 días para prepararse para la misión que el Padre lo había enviado a cumplir.

¿Por qué escogió Jesús un lugar tan árido y solitario para un periodo largo e intenso de oración y ayuno? Mateo, Marcos y Lucas nos dicen en sus evangelios que Jesús fue conducido por el Espíritu Santo en el desierto. Marcos lo dice enfáticamente: “A continuación, el Espíritu le empuja al desierto” (Marcos 1:12).

¿Qué obligaba a Jesús a buscar la solitud, lejos de su familia y amigos por tan largo periodo? ¿Fue simplemente para probarse a sí mismo y prepararse para la misión? ¿O acaso estaba permitiéndose ser tentado por Satanás? La palabra tentar normalmente se entiende como persuadir a alguien a que haga algo malo o prohibido. En este caso, la palabra bíblica se usa también con el significado de probar y purificar a alguien para ver si está listo para una tarea. Nosotros probamos a los pilotos aéreos para ver si están preparados para volar bajo cualquier condición, incluyendo tiempos de turbulencia y poca visibilidad. Así mismo, Dios prueba a sus siervos para ver si están preparados y listos para ser usados por él

En muchas ocasiones Dios probó a Abraham para probar su fe y fortalecer su esperanza en las promesas de Dios. Abraham obedeció voluntariamente incluso cuando Dios le pidió sacrificar a Isaac, el hijo de la promesa. Cuando los Israelitas fueron probados duramente en Egipto por más de 400 años, no se olvidaron de Dios. Mantuvieron la palabra de Dios y recordaron su promesa de que los llevaría a la liberación de sus enemigos.

Jesús fue tentado como nosotros
En este patrón de pruebas, Jesús no fue la excepción. El fue al desierto sin nada que comer. Adán y Eva tenían todo cuanto necesitaban en el Jardín del Paraíso. Pero comieron del fruto prohibido a raíz de la desobediencia pues confiaron en ellos mismos antes que en Dios. Ellos fueron echados fuera del Paraíso y conducidos al desierto. Jesús entró libremente al desierto para recuperar el Paraíso para aquellos que lo perdieron. Jesús se niega la comida para mostrar su dependencia en el pan del cielo, la palabra de Dios, que lo sostendría no solo en el hambre física sino también en la hora de la tentación

Cuando Satanás tienta a Jesús a convertir las piedras en pan, Jesús le responde con las palabra de las Escrituras: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cita de Deuteronomio 8:3; ver también Mateo 4:4). Jerónimo, el gran maestro bíblico que vivió cerca del desierto de Judea (347-420 DC), comenta sobre este pasaje:

El Señor respondió de esta manera, pues era su propósito vencer al diablo con humildad y no con poder… la respuesta del Salvador indica que el fue tentado como hombre: “No solo de pan vide el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Así que si alguien no se alimenta de la palabra de Dios, no vivirá.

¿De dónde obtuvo Jesús la fuerza para sobrevivir las duras condiciones del desierto y la seducción del tentador? Se alimentó de la palabra de Dios y encontró fortaleza en hacer la voluntad de su Padre. Satanás va a tentarnos y hará lo mejor que pueda para que escojamos nuestra voluntad sobre la voluntad de Dios. Si él no puede hacer que renunciemos a nuestra fe o que pequemos mortalmente, entonces tratará de hacernos tomar decisiones que nos lleven, poco a poco, lejos de lo que Dios quiere para nosotros.

Jesús fue tentado como nosotros y venció al pecado, no por su esfuerzo humano, sino por la gracia y la fuerza que su Padre le dio. El tuvo que renunciar a su voluntad por la voluntad de su Padre. El tuvo éxito porque quería agradar a su Padre y confiaba en que su Padre le daría la fuerza para superar los obstáculos que surgieran en el camino. Lucas dice que Jesús estaba “lleno del Espíritu Santo” (Lucas 4:1). Cuando fue tentado por el diablo, Jesús no trató de luchar contra su adversario únicamente con su fuerza humana. El confiaba en el poder que le daba el Espíritu Santo. Jesús vino para derrocar al maligno que nos tenía cautivos en el pecado y en el miedo a la muerte (Hebreos 2:14). Su obediencia a la voluntad de su Padre y su disposición a abrazar la cruz reversaron la maldición de la desobediencia de Adán. Su victoria sobre el pecado y la muerte ganaron para nosotros no solo el perdón de nuestros pecados sino la adopción como hijos e hijas de Dios.

El Señor da gracia al humilde
¿Cómo podemos vencer al pecado y la debilidad moral en nuestras vidas personales? El Señor Jesús nos da su Espíritu Santo para ayudarnos en nuestra debilidad (Romanos 8:26) y para ser nuestro guía y consolador en la prueba y la tentación (1 Corintios 10:13). El Señor da la gracia al humilde que reconoce que depende de él (Santiago 4:6) y nos ayuda a mantenernos firmes ante los ataques del enemigo, Satanás, que quiere destruirnos (1 Pedro 5:8-10; Efesios 6:10-18) El Señor Jesús está siempre listo para derramar su Espíritu Santo para que tengamos la fortaleza y el coraje que necesitamos para resistir al pecado y rechazar las mentiras y engaños de Satanás. Dios quiere que “peleemos la buena batalla de la fe” (1 Tomoteo 6:12) con el poder y la fuerza que vienen del Espíritu Santo. ¿Confías en que el Señor te ayuda y te fortalece?

“Señor Jesús, tu palabra es vida y gozo para mi. Lléname de tu Espíritu Santo para que yo pueda tener la fortaleza y el coraje para abrazar tu voluntad en todas las cosas y renunciar a cualquier cosa que se le oponga”.

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Don Schwager es un miembro de los Siervos de la Palabra y el autor de La Palabra Diaria: lecturas y meditaciones. Este artículo fue tomado de El Baluarte Viviente Febrero 2020. Usado con permiso.