El amor a Dios y al prójimo

– por Don Schwager

De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? El más importante es: “Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor —contestó Jesús—. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más importante que estos.” – Marcos 12:28-31

El amor de Dios gobierna todo
El amor de Dios dirige todo lo que él hace. Su amor es santo, justo y puro porque solo busca lo que es bueno, beneficioso y lo que da vida, en lugar de aquello que es destructivo, malo o mortal. Es por eso que él nos manda a amar como el ama – a aceptar y dar solamente lo que es bueno, caritativo, justo y puro; y rechazar todo lo que se oponga a su justicia, su verdad y su bondad.

Dios nos amó primero 
Dios es amor y todo lo que él hace fluye de su amor por nosotros (1 Juan 3:1, 4:7-8, 16). Dios nos amó primero (1 Juan 4:19) y su nuestro amor por él es una respuesta a su abundante bondad para con nosotros. El amor de Dios viene primero y el amor al prójimo está cimentado firmemente en el amor de Dios.

Cuánto más conocemos el amor, la verdad y la bondad de Dios, más podemos amar lo que el ama y rechazar lo que se opone y es contrario a su voluntad. Dios nos manda que lo amemos a él primero – sobre todas las cosas, su amor orienta y dirige nuestros pensamientos, intenciones y acciones hacia lo que es completamente bueno y agradable para él. Él desea que lo amemos de todo corazón, sin reservas ni concesiones.

¿Cómo nos ama Dios?
Dios nos ama total, completa y perfectamente, para nuestro bien – no hay límite, no hay restricción ni ninguna concesión de su parte. Su amor no está sujeto a los cambios de temperamento o de circunstancias. Cuando Dios da, lo hace generosamente, en abundancia, gratuitamente y sin condiciones para su don del amor. Su amor no titubea, se mantiene firme, consistente y constante. Él nos ama en nuestra debilidad – en nuestra condición caída y pecaminosa.

Es por eso que el Padre envió a su único hijo, el Señor Jesucristo, a redimirnos de la esclavitud del pecado y sus antojos, deseos, pasiones y adicciones desordenados. Dios Padre siempre quiere nos acerquemos a su trono de misericordia y auxilio.

Dios Padre nos corrige y nos disciplina en amor para liberarnos del error de nuestras formas equivocadas de pensar y de elegir lo que es dañino y malo en lugar de lo que es bueno y saludable para nosotros.

No nos merecemos el amor de Dios – se nos regala
¿Cómo podemos amar a Dios sobre todas las cosas y obedecer sus mandamientos de buena voluntad, con gozo, y cómo podemos amar al prójimo y estar dispuestos a entregar nuestras vidas por ellos? El Apóstol Pablo nos dice que “esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.” (Romanos 5:5).

No nos merecemos el amor de Dios – se le da gratuitamente a quienes creen en la palabra de Dios con fe expectante y confían en la presencia del Espíritu Santo y su poder transformador que nos libera de nuestros apegos, temores y deseos desordenados que ponen una barrera para el amor misericordioso de Dios y su obra de purificación en nuestras vidas.

El amor crece con la esperanza y la fe
La fe en Dios y la esperanza en sus promesas fortalecen nuestro amor a Dios. Son esenciales para una buena relación con él, para estar unidos a él. Cuánto más conocemos a Dios, tanto más podremos amarlo y cuánto más lo amamos, tanto más creeremos y esperaremos en sus promesas.

El Señor Jesús, por medio del don del Espíritu Santo, nos ha dado una nueva libertad de amar como él ama. El Apóstol Pablo dice «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad…. pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor.» (Gálatas 5:1,13).

Libérate de los deseos desordenados y los hábitos egoístas
El amor cristiano está enraizado en el amor de Cristo por nosotros. Está totalmente orientado hacia los demás y dirigido hacia el bien de los demás. Nuestro amor a Dios y al prójimo es la elección libre de nuestra voluntad de hacer lo que es bueno, honorable, justo y bondadoso, aun cuando enfrentemos oposición y rechazo.

El amor que tiene sus raíces en el placer propio, a expensas de los demás es egoísta y posesivo y es un tipo de amor auto gratificante que toma de los demás en lugar de darles. Es un amor atrofiado y desordenado que nos lleva a muchos deseos dañinos y pecaminosos como los celos, la ira, la envidia, la venganza, la avaricia, la lujuria y la codicia de lo que le pertenece a los demás.

Si deseamos crecer en amor y libertad cristianas para vivir como discípulos de Cristo, entonces debemos sacar de raíz todos aquellos hábitos dañinos y pecaminosos y reemplazarlos con el fruto del Espíritu Santo (amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, dominio propio, etc…) que nos permiten crecer en el carácter y la semejanza de Jesucristo.

¿Qué puede alejarnos del don del amor de Dios y del mandamiento de amar a los demás como Cristo nos ha amado? El miedo, el orgullo, la venganza, la falta de perdón y otras formas de hábitos pecaminosos y desordenados que deben ser purgados de nuestros corazones y reemplazados por el amor de Cristo que sufrió y se entregó por nosotros.

Debemos renunciar al pecado y al orgullo; humillarnos ante un Dios misericordioso y justo que nos dará sanidad, perdón, cambiará nuestra mente, nuestro corazón y nuestras actitudes, nos dará también la fortaleza y el coraje para elegir siempre lo que es bueno, sabio y prudente en cualquier situación o reto que tengamos que enfrentar ahora y en el futuro.

Podemos elegir libremente amar a Dios porque él nos ha dado su Espíritu Santo que obra en y a través de nosotros. Si obedecemos a Dios y confiamos en su palabra, él nos permitirá crecer en fe, esperanza y amor y nos dará la libertad para entregarnos completamente a él y a los demás para su bien.

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Don Schwager es un miembro de los Siervos de la Palabra y autor del Sitio Web Daily Scripture Readings and Meditations. Este artículo fue adaptado de la versión publicada El Baluarte Viviente Octubre/Noviembre 2019. Usado con permiso