Mateo 2:2 “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”

El liderazgo con humildad derriba los muros y edifica con amor.

Lectura:

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir. 

Mateo 20:20-28

Reflexión: 

Jeremías denuncia el mal liderazgo de los reyes de Israel que dividieron y dispersaron al pueblo (Jer. 23:1-6). Su liderazgo destruyó naciones y llevó a los ciudadanos de Israel al exilio. En cambio, el Señor promete un rey-pastor, que «practicará el derecho y la justicia en la tierra» y reunirá a los miembros de su rebaño. 

Nuestro mundo anhela un buen liderazgo y busca constantemente quien satisfaga este deseo. ¿Dónde se puede encontrar un líder así? Solo en Cristo hemos visto el ejemplo de un rey o líder según el corazón de Dios. Así como estamos llamados a seguirle, también estamos llamados a imitar su modelo de servidores del reino en el mundo, en la Iglesia y en la manera en que nos servimos unos a otros en nuestra vida comunitaria. En Cristo encontramos a alguien que no destruye ni divide, sino que, edifica y lleva a la plenitud para la gloria del nombre de Dios. Su mandato no es para servirse a sí mismo y no utiliza la fuerza. Más bien, en él encontramos a un siervo amoroso y humilde que no considera la igualdad con Dios como algo que se pueda explotar. Es alguien que viene a servir, más que a ser servido, y sus seguidores están llamados a hacer lo mismo. 

Hoy en día, el Medio Oriente experimenta la pérdida de su pueblo a causa del exilio, ya que, «la rectitud y la justicia» se han convertido en bienes escasos, no solo allí sino en todo el mundo. Sin embargo, aunque «las naciones se agiten» y «los reinos se tambaleen» a nuestro alrededor, tenemos una esperanza que no se tambalea. Los líderes, tanto en el mundo como en la Iglesia, tienen la responsabilidad de unir, en lugar de dispersar o dividir al pueblo de Dios. Gran parte de la división en el mundo y en la Iglesia es provocada por el deseo de poder, posicionamiento y beneficio propio. Entre más fielmente imitemos como cristianos el liderazgo de servicio de Cristo, más se superará la división, tanto en el mundo como en la Iglesia. 

Oración:

Dios, nuestro único baluarte y fortaleza, te glorificamos porque eres un Dios justo y recto. Ayúdanos a buscar humildemente a nuestro Señor Jesucristo y a imitarlo en su mansedumbre. Aliéntanos a despojarnos de nosotros mismos mientras servimos a nuestros hermanos y hermanas en obediencia a ti. Te lo pedimos en el nombre de Cristo que, contigo y con el Espíritu Santo, reina para siempre en la gloria. Amén.

Testimonio cristiano: Apertura al Espíritu Santo

Julien Jalkh y su esposa Nadine son miembros de la Comunidad Pueblo de Dios en Beirut y asisten a una iglesia maronita.

A finales del siglo IV, entre las ciudades de Alepo y Antioquía, en lo que hoy es Siria, el sacerdote y ermitaño Marón, amigo de Juan Crisóstomo, llevaba una vida de oración y sencillez. Esto inspiró a muchos a ser sus discípulos. Marón no dejó obras teológicas o filosóficas, pero estableció una escuela espiritual informal monástica-eremítica que sigue floreciendo en la actualidad. Tras el Concilio de Calcedonia (451 d.C.), los discípulos de Marón (que acabaron llamándose «maronitas») construyeron un monasterio (Bet Maron – Casa de Marón) que se convirtió en un punto de encuentro y referencia en la zona para los Cristianos Calcedonianos (esto es anterior al cisma Este-Oeste que dio lugar a los Ortodoxos y Católicos Orientales). Los maronitas (laicos y clérigos) se reunieron en torno a este y otros monasterios llevando una vida austera en las montañas (y con el tiempo en el resto del mundo).

Los maronitas se han enfrentado a la persecución desde el primer día de su existencia (de ahí su presencia inicialmente en las montañas, que les proporcionaban un baluarte natural). La continua persecución influyó en la liturgia maronita, que refleja la sencillez, la conexión con la tierra y otras características de esta Iglesia Católica Oriental Siria. La persecución también provocó la presencia de una amplia diáspora de maronitas en diferentes regiones del mundo. La Iglesia maronita tiene diócesis en Norteamérica, Sudamérica y Centroamérica, Europa, África, Asia y Oceanía. 

Desde el siglo V, los maronitas se han reunido en el Valle de Qadisha (actualmente región del Líbano) y ahí han establecido ermitas, conventos, monasterios e iglesias que han compartido con otros cristianos de la zona (sirios, bizantinos, etíopes ortodoxos…). Incluso en nuestros días, la Iglesia maronita ha emprendido diversas iniciativas ecuménicas a nivel nacional y regional.Después de haber vuelto a la vida en mi fe, tuve la oportunidad de descubrir la belleza y la profundidad de mi iglesia, conocida oficialmente como la Iglesia Maronita Siria de Antioquía. Experimenté cómo mi iglesia fusiona las tradiciones orientales (sin dejar de estar en comunión con la Iglesia católica occidental) con una extraordinaria apertura al Espíritu Santo, dispuesta a cambiar para llegar a los jóvenes de hoy y responder a sus necesidades, manteniendo al mismo tiempo su antigua y rica tradición litúrgica. También aprendí de mi iglesia a conectar más con mi tierra y comprendí que desempeñamos un papel integral para ser sal y luz en el Líbano, en particular, y en todo el Medio Oriente.


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